Trastornos de la sensibilidad
La sensibilidad al tacto, al dolor, a la temperatura y a la presión es recogida en la piel por una serie de minúsculos receptores, que a través de los nervios sensitivos llegan a la médula espinal.
Allí se cruzan de lado y ascienden hasta llegar a una estructura cerebral denominada tálamo. En este punto se integran diferentes vías nerviosas, y desde allí salen conexiones nerviosas a la corteza cerebral, fundamentalmente para el lóbulo parietal, para que finalmente seamos conscientes de la sensación y podamos identificar el estímulo (figura 2.6). Es muy frecuente que en los ictus se lesionen las vías de la sensibilidad y se produzca una pérdida de sensibilidad en la parte contraria del cuerpo. Ésta se traduce en una sensación de acorchamiento o, en ocasiones, en «sensaciones raras», como «hormigueo», sensación exagerada y desagradable ante cualquier roce, o incluso sensación dolorosa sin nada que lo justifique, que pueden afectar a la cara, a la cara y el brazo, o a toda la mitad del cuerpo.
Los trastornos de la sensibilidad suelen asociarse con defecto motor del mismo lado, lo que supone un claro problema para la seguridad: pueden producirse quemaduras o heridas que pasen inadvertidas, ya que se ha perdido el mecanismo de alarma (el dolor) ante un estímulo dañino. Si tiene ese problema, debe ser extremadamente cuidadoso en el manejo de instrumentos y en el baño.