El paciente que ha sufrido un ictus puede presentar alteraciones del lenguaje, denominadas afasias, o alteraciones del habla o disartrias. Otros pacientes no logran emitir ningún sonido, situación que se conoce con el nombre de mutismo.
Para hablar se requiere, en primer lugar, que pensemos en lo que queremos decir, encontrar las palabras necesarias y decirlas en voz alta. Del mismo modo, para comprender lo que nos dicen, debemos poner en marcha mecanismos de atención, reconocer que alguien quiere decirnos algo y retener e interpretar las palabras que nos dicen. Para ello, varias estructuras del cerebro están implicadas. Estas estructuras se localizan preferentemente en el hemisferio cerebral dominante, que es el izquierdo en las personas diestras, y se hallan situadas en la parte más baja de la corteza motora y en el lóbulo temporal y parietal (figura 2.4). Los trastornos del lenguaje, con frecuencia, se acompañan de dificultad para escribir (agrafia) o para leer (alexia), por lo que estos pacientes tienen afectadas sus capacidades de comunicación.
Las lesiones muy extensas del hemisferio cerebral dominante van acompañadas de incapacidad global para hablar y para entender. El paciente suele estar mudo (mutismo) y hemipléjico del lado derecho. En otras ocasiones, el paciente entiende aceptablemente bien las palabras que se le dicen, pero es incapaz de emitir ningún lenguaje adecuado; esta situación recibe el nombre de afasia motora o de afasia no fluente. A pesar de no emitir lenguaje adecuado, estos pacientes, en ocasiones, mantienen la capacidad de repetir las mismas palabras que se le indican (ecolalia) o de decir palabras de forma espontánea o tras ser provocados. Estas palabras o frases son muy sencillas, como «mamá», «Dios mío» o, en ocasiones, «tacos». Una forma más limitada de afasia motora es la afasia nominal, en la que el paciente, con frecuencia, no encuentra el nombre de los objetos que quiere mencionar; esta limitación le hace sustituir la palabra buscada por descripciones de su uso, o cualidad, o a imitar con el gesto la utilidad que puede tener (parafasias).
Si las lesiones vasculares se han producido en la corteza de la región temporoparietal del hemisferio dominante, el paciente presenta una afasia fluente o sensitiva, en la que el problema fundamental radica en la incapacidad para entender el lenguaje, no solamente verbal, sino también gestual o escrito. Estos pacientes desarrollan un lenguaje, estructuralmente bien organizado, pero emitido sin respuesta a las preguntas que se le hacen.
La recuperación de las afasias depende de la extensión de la lesión y del tipo del trastorno del lenguaje. Las afasias motoras tienen mejor pronóstico que las fluentes.
Las disartrias o alteraciones del habla no deben confundirse con las afasias. Se originan por dificultad en la articulación o en la modulación de las palabras, como consecuencia de la debilidad de los músculos de la mitad de la cara, o por dificultad en la coordinación de éstos, cuando se producen lesiones en el cerebelo o en los núcleos de la base. La disartria no suele ocasionar una gran incapacidad y es más manifiesta en la pronunciación de las consonantes o en palabras largas.
En pacientes con lesiones vasculares en ambos hemisferios cerebrales, la disartria puede ser más intensa y va acompañada de otros trastornos, como dificultad para tragar o incontinencia emotiva, con risa y llanto sin motivo.